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Channel: Si no leo, desespero
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All I needed was the love you gave

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La música para feos

Lorenzo Silva

Destino 2015

 

Fea ella, feo él, pero tan bonito su amor- me acordé de esa canción vieja al ver el título de la novela de Lorenzo Silva. Mi segundo encuentro con el escritor se lo debo a las entusiásticas reseñas de Mientrasleo y Meg quienes pusieron esta novela en mi lista de los libros por leer. Así que cuando la vi entre las novedades en mi biblioteca – en el año electoral no sólo se asfaltan las calles- me la llevé de acompañante playero, entre um galão y uma bolinha de Berlim o pastel de natas de turno.

No sé si los protagonistas de la novela son feos aunque él, Ramón, se emocione al escuchar a Radiohead cantar I´m a creep,  I´m a weirdo. ¿Acaso pensará  que es lo que opinan de él los demás al conocer su profesión tan despreciable para los que creen que basta con gritar Make love no war para que la paz reine en el mundo? Ella, Mónica, tiene 29 años y es periodista. Tiene un subempleo en la producción de uno de aquellos programas de TV sobre famosos cuyo éxito me hace pensar que la gran mayoría de la gente es simplemente descerebrada. Vive sola y no está atravesando su mejor momento. Un sábado por la noche sale con una compañera de trabajo y, en un tugurio de mala muerte donde el tiempo se paró en los 80 juzgando por la música que echan, le conoce a él. De esta manera empieza una de las historias de amor más extraordinarias que he leído. Vale- no las he leído muchas porque normalmente son repelentes. Quizás por eso la historia de Mónica y Ramón me pareció tan asombrosa y excepcional. Tan bella.

Su amor es a contracorriente, a pesar de la distancia, diferencia de edad, gustos musicales distintos y el secretismo de Ramón. La suya es una relación gracias a la tecnología, mantenida por sms, whatsapp y Skype, imposible 20 años atrás. Además, está acompañada de una lista de reproducción bastante interesante que va desde Allan Parsons Project a la inmortal Amy Winehouse. Ramón quiere ser un misterio  y me gustaría saber cuántos lectores se vieron muy sorprendidos por su personaje, poco habitual en la literatura española moderna.
 
La novela tiene el ritmo pausado al que el autor nos tiene acostumbrados y que, en mi opinión, desentona en las novelas policíacas, pero es ideal en Música para feos. La narración corre a cargo de Mónica, quien nos cuenta su historia con bastante desparpajo, abriéndonos las puertas de su casa, cama y corazón. A veces tenía la impresión de que me revelaba demasiado, de que se desnudaba delante de los lectores física y emocionalmente, mientras yo prefiero que los personajes de las novelas conserven sus recovecos donde esconderse de vez en cuando. Sin embargo, no puedo negar que Mónica nos regala la mejor escena erótica que he leído jamás:

Y entonces, sucedió. Mientras escribo estas líneas, no sé si formarán parte de algo que alguien vaya a leer algún día, y por tanto nada puedo prever, o descartar, respecto de cuáles serán las expectativas de ese hipotético lector o lectora. Sin embargo, sé que hay quienes, al llegar aquí, esperarán que me recree en pormenorizadas descripciones anatómicas, de mecánicas amatorias y hasta de dinámica de fluidos. Sólo puedo decirles que me dispongo a decepcionarles, y que a efectos de satisfacer sus necesidades, además de una bibliografía en incesante crecimiento, disponen de millones de terabytes en internet, con cuya espectacularidad, incandescencia o aberración no soy tan desaprensiva como para intentar a competir, por lo que éste es buen momento para cambiar de lectura, con mis disculpas por el malentendido.


En realidad toda la novela está llena de observaciones más que atinadas y frases de las que nos habría gustado ostentar la autoría pero no somos Lorenzo Silva y quod natura non dat... Así que permitidme que termine con una de las que seguramente pasarán a la historia de la literatura:

La felicidad es separarse y no tener miedo de no volver a verse, despedirse con un beso rápido en el andén y luego viajar sentada en el vagón rumbo a la soledad de tu casa, que desde que existe el otro, y desde que se produjo el encuentro, ya no es una condena, sino otro lugar donde esperar, serena y confiada, la oportunidad de recobrarlo todo, entero y sin menoscabo, mejor aún que en el comienzo, tan sólo una semana después, siete días que, para variar, tendrán uno por uno sentido.
Y con la siempre grandiosa Alison Moyet a quien se la veía notablemente más atractiva que tres décadas atrás:
 

 

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